miércoles, 20 de abril de 2011

Congresos sanitarios y crisis

Se acerca el mes de mayo y por tanto la época de inicio de la temporada alta de congresos y reuniones médicas y de enfermería, e incluso de gestores sanitarios y otras profesiones relacionadas.

Hay que reconocer que aquellos congresos multitudinarios, en lugares paradisiacos y con un programa social completísimo y actividades paralelas para las mujeres acompañantes ya han pasado a la historia. Afortunadamente las mujeres ya no son mayoritariamente acompañantes sino congresistas y además los códigos éticos de la industria han reconducido estas cosas. Bien es verdad que todavía existen reuniones y convenciones en lugares de máximo interés turístico y con todo lujo de detalles, pero son de un limitado número de asistentes y más la excepción, llamativa y muy comentada, pero excepción al fin y al cabo. Creo que en esto Farmaindustria ha marcado una impronta  que se suele cumplir, más que por convencimiento de algunos laboratorios por las posibles denuncias de la competencia. Al fin y al cabo muchos llevan un vigilante dentro de sí mismo. Afortunadamente, opino, en estos casos.

Ahora bien, la nómina de reuniones, simposios, convenciones, jornadas, etc. sigue aumentando y es una consecuencia también de nuestro estado autonómico. Rara es la especialidad que no dispone de una sociedad científica en cada Comunidad Autónoma. Lo que muchos no saben es que no surgieron, en una buena parte, por el mero interés científico y de intercambio de conocimientos entre los especialistas de una región determinada. No, en absoluto, y lo digo con total conocimiento de causa por haber acudido a la asamblea fundacional de una sociedad científica autonómica. Surgen, en una gran parte mayoría, al albur de las convocatorias de concurso-oposición convocadas por las distintas administraciones sanitarias en cuyos tribunales había (o hay) representantes de las sociedades científicas y de los sindicatos en ocasiones. Y bien con intención de contribuir a la endogamia en muchos casos o en otros de evitar que acudieran representantes de la sociedad nacional con su candidato cogido del brazo, se crean las sociedades regionales que, incluso, se han multiplicado según las distintas “sub o superespecialidades” de las mismas.

En cualquier caso, si se ven los programas de los congresos, llama la atención que en época de crisis las cuotas de inscripción superen en muchos casos los 400 euros,  y la noche de hotel los 120 euros habitación doble de uso individual. Lo que todo el mundo sabe es que son muy pocos los que abonan la inscripción, alojamiento y viaje de su propio bolsillo. La gran mayoría estos gastos corren a cuenta de la industria y en una pequeña parte de la administración sanitaria en la que trabaja el congresista.

También sorprende que, en la situación en la que nos encontramos, se sigan celebrando congresos de cuatro días que pueden llegar a cinco con las actividades –científicas- pre o post congreso. Pero sobre todo asombra que muchas mesas redondas estén patrocinadas –además de la parte alícuota que tienen en el patrocinio general- por la propia industria y no se hagan constar los posibles conflictos de interés. No hace mucho vi un programa de un congreso con una mesa redonda sobre la seguridad con las vacunas patrocinada por un laboratorio con especial dedicación a las mismas.

Pero la pregunta que me hago -y que me ha motivado a escribir este post- es como se sostiene la gran deuda que tiene el SNS con los proveedores y que estos gasten considerables cantidades de dinero en el patrocinio de estos congresos. Afortunadamente considero que tengo una inteligencia media y me doy a mí mismo muchas respuestas, y estoy seguro que alguna de ellas acertada. Sin embargo, una cuestión  que no logro contestarme, es como pueden organizarse congresos o reuniones científicas con comités organizadores que superan con creces los 50 miembros. A ver si algún lector experto en gestión organizacional  tiene la amabilidad de explicármelo y consigo entenderlo.

Ahora bien, lo que nunca he logrado saber, y me gustaría conocer, es que parte de esa deuda del Sistema Nacional de Salud está generada por el hipotético incremento de precios de los productos y fármacos que la industria puede que realice para, por un lado compensar los costes financieros de la morosidad de nuestros Servicios de Salud y, por otro, sufragar la formación continuada de los profesionales. ¡Ah! por supuesto, los intereses por morosidad se reclaman y se pagan, y sí eso que me gustaría saber fuera verdad, entonces resultaría  que estamos pagando algo parecido a un “pseudoanatocismo” y que la crisis de la financiación sanitaria afecta a unos más que a otros. Cosa que, por otra parte, no sería más  que un reflejo de la sociedad en general.

Pemeches Juspi
pemechesjuspi@gmail.com

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