No sabemos qué es lo que le pasa en estos momentos por la cabeza al Gobierno de España y al PSOE sobre la banda terrorista ETA. Cuando después de la catastrófica legislatura anterior en materia antiterrorista, sobre la que no voy a comentar ninguno de sus episodios más chuscos – que realmente fueron dramáticos-, y parecía que las cosas estaban bien encauzadas, llevamos unas semanas asistiendo con preocupación al devenir de los acontecimientos sobre este tema.
Tan pronto se dice que las “palabras de Batasuna no caerán en balde” como “que sus gestos ni valen ni sirven”, aunque “pueden tener consecuencias”, y algún líder del PNV comenta, entre medias, que las palabras del Presidente del Gobierno son insuficientes.
Y para rematar, ayer se publicaron unas declaraciones de Felipe González en las que decía que cuando fue Presidente del Gobierno tuvo la oportunidad de volar a la cúpula de ETA y que no lo autorizó. Y añade que no sabe si hizo lo correcto. Y que nunca se plantearía que no lo haría por razones morales.
¿A qué viene eso a estas alturas? ¿No ha hecho bastante daño a este país el tema del GAL, para que ahora se plantee que no se hizo todavía más por no se sabe qué, pero que no es que no se hiciera por razones morales?
Esto solo puede “incendiar” al entorno etarra, y aumentar las sospechas sobre la lucha antiterrorista a fuera del Estado de Derecho, llevada a cabo por gobiernos socialistas anteriores y condenada por la justicia.
Se equivoca el Gobierno si piensa que tiene el apoyo de los españoles para acabar con la banda terrorista proporcionando esperanzas a su entorno de que pueden participar en política únicamente con buenas palabras.
El Gobierno tiene que conseguir que ETA entregue las armas y se disuelva y si Batasuna y demás franquicias quieren participar en política deben celebrar esa entrega y hacer una profunda profesión de fe democrática y acatamiento a la Ley. Al cumplimiento de la Ley de Partidos, y una vez que el Estado verifique la impecabilidad del cumplimiento de los principios y obligaciones democráticas, solo entonces, ese Estado podrá ser generoso. Como lo fue cuando ETA político-militar se disolvió.
Seguro que el Gobierno, sea cual sea el partido que lo sustente, tendrá un apoyo abrumador de la ciudadanía. Que también estará atenta a cualquier tentación de caminar por atajos, y lo castigará duramente en las urnas.
Pemeches Juspi
pemechesjuspi@gmail.com
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